Por Andrea Romero
– 11 de abril de 2019 –
El gobierno nacional reglamentó las condiciones para la producción, difusión, manejo y acondicionamiento en invernáculos del cultivo de cannabis destinado a la producción de aceite medicinal. En ese marco la UNAJ, como parte del ENyS (Estudios en Neurociencias y Estudios Complejos) avanza para contribuir en los controles de calidad de la producción de este aceite que, como han demostrado estudios en todo el mundo, tiene beneficios para diversas enfermedades.
La legislación establece que para la elaboración del aceite es necesario solicitar autorización al Instituto Nacional de Semillas (Inase), que ejercerá el control de todas las instancias del proceso. Los productores tendrán que contar con un predio que cuente con las características de un lugar destinado a la producción agrícola o a la investigación, y se deberá designar un técnico que se haga responsable de esa tarea. La resolución 59 reglamenta lo aprobado por la ley 27.350 de Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus derivados, promulgada el 29 de marzo de 2017.
Silvia Kochen, directora del ENyS, asegura que el Estado debe estar presente para regular la implementación en el uso del cannabis medicinal, y que actualmente se encuentra “muy demorada” por lo cual se pone en “situación de riesgo” a los pacientes que hoy lo utilizan con fines terapéuticos. “Creo que estamos en una situación muy interesante y también rara en términos de lo que significan los ensayos clínicos convencionales”.
El ENyS- de triple dependencia siendo una de ellas la UNAJ- tiene la posibilidad de contribuir con el ensayo clínico “porque tenemos toda la experiencia, como así también tenemos los recursos humanos y técnicos para realizar los controles de calidad de lo que se produzca. También podemos contribuir en lo que hace a la producción siguiendo las normativas vigentes”, sostiene Kochen.
De acuerdo a la investigadora, tanto en nuestro país como en el mundo entero hay estudios que “dejan en evidencia el uso del cannabis medicinal en algunas patologías”. En el ENyS cuentan con mayor experiencia en el estudio de la epilepsia. “Hemos observado en estudios que hemos hecho y que están publicados, que en alrededor de la mitad de los pacientes que usan cannabis con formas de epilepsia refractaria tiene una respuesta muy buena. Eso significa que disminuye la frecuencia de crisis y además tiene un impacto en otros aspectos de calidad de vida, por ejemplo, hemos observado que tiene mayor capacidad de conectarse con el medio, mejora la comida y con el medio”, asegura.
“Hay muchísimos receptores, sustancias que tiene la planta de cannabis en el sistema nervioso. Entonces hay algunos trabajos que indican que tienen respuesta a patologías que provocan rigidez, como algunas enfermedades degenerativas como el Parkinson. Y en otros trabajos se vio al cannabis como un facilitador de todas las drogas que se utilizan para el dolor”, puntualiza.
No obstante, Kochen asegura que hay demoras en la implementación, las cuales traen aparejadas varias complicaciones. En principio “nosotros, los profesionales de la salud, no sabemos qué están usando los pacientes y si tienen el control de calidad adecuado. Y también nosotros, como investigadores, porque no se termina de regularizar algunos aspectos que son esenciales”.
Silvia Kochen sostiene por ello que el Estado tiene que estar presente como lo hace en Uruguay, en Canadá, en Israel, en Estados Unidos “donde hacen una lista de cannabicultores para uso medicinal y tienen que ofrecer los recursos para hacer control de calidad, para que sepan la dosis que tienen, la planta que tienen, que no estén con contaminantes ambientales o de otro tipo, es decir, que sea seguro para los pacientes que deciden usar algo cultivado por sus propios medios. Y en el caso que no, que se haga como se haga, pero que los pacientes tengan acceso seguro, cosa que hoy no existe”.