Entrevista a Mariano Ameghino, especialista en industria cultural y discursos sociales
Por Julio Longa, Andrea Romero y Damián Ierace
Mariano Ameghino es docente, investigador del Instituto de Ciencias Sociales y Administración y autor del libro “Tras un manto de películas. Malvinas y el cine durante los 80” que se centra en el análisis de producciones audiovisuales argentinas referidas al tema Malvinas. Cómo se construyeron sentidos sobre la guerra, los ex combatientes, la soberanía, el futuro de las islas y la región que la contiene y la desmalvinización son algunos de los temas que propone pensar a 40 años de este hito histórico para nuestro país.
¿Por qué te interesaste por las producciones audiovisuales sobre Malvinas?
Cómo relataron la guerra también hace a entender cómo se va construyendo nuestra subjetividad en torno a Malvinas. Creo que fue una mirada necesaria pero que también se llevó puesta la causa Malvinas, porque hablamos de la guerra y no hablamos de soberanía, de ocupación británica, de Malvinas con perspectiva a futuro.
En este sentido, en las distintas presentaciones del libro se van vivenciando grandes espacios de debate. Cuando estuve en Tierra del Fuego se planteó que debíamos hablar de otros temas más allá de la guerra como, por ejemplo, que España se acaba de llevar 170 mil toneladas de calamares del Mar Argentino, por las licencias que otorga Reino Unido de permisos de pesca.
Lo que digo en el libro es que la guerra no nos obture la mirada. Si bien hay un capítulo histórico para explicar cómo Malvinas nos trasciende desde antes de que fuésemos la Nación Argentina y los 190 años de usurpación británica que se cumplen el próximo 3 de enero, es cierto que, si no hubiese ocurrido la guerra, ¿hoy estaríamos hablando de Malvinas?
Y antes de la guerra, ¿cómo se hablaba de Malvinas?
En la década del 60 Malvinas tiene un mojón interesante cuando la ONU, con la resolución 2065, coloca a las islas entre los territorios a descolonizar. Todavía existen 19 territorios que siguen siendo colonia y la ONU entiende que luego de la Segunda Guerra Mundial había que terminar con coloniajes en el mundo. Las islas Malvinas son reconocidas como una colonia y eso es un gran triunfo de la diplomacia argentina. Pero los vaivenes diplomáticos, estrategias inglesas de dilatar las conversaciones y desinteligencias nuestras nos terminaron llevando a tomarlas por la fuerza. En la gesta, que la reivindicamos, se le da la oportunidad a Gran Bretaña de establecerse como el país agredido y expulsarnos con los 72 días del conflicto. Previo a ello, en Malvinas se enseñaba español, circulaban las dos monedas, estaba Correo Argentino, YPF, Gas del Estado. Hay testimonios de argentinos que fueron a hacer sus trabajos de estudios secundarios allí, isleños que estudiaron en el continente, isleños que se autopercibían argentinos y tenían documento argentino. Había una tarjeta blanca mediante la cual se circulaba por ambos territorios sin inconvenientes. Todo esto hasta 1981. Podían ingresar para estudiar, para atenderse en salud. En las Islas Sandwich del Sur teníamos una base científica colocada en 1977, en las puertas de la Antártida. Luego de la guerra, Margaret Thatcher ordenó dinamitarla y expulsar a los científicos argentinos.
¿Cómo armaste el corpus de películas y qué representaciones sociales encontraste?
Yo estudié Comunicación Social y miro la realidad a través de ese tamiz de analizar los discursos, el rol de los medios, la industria cultural. Pero estaba haciendo una maestría en Historia y tenía que encontrar un tema que convenza a ambas disciplinas: el análisis de discurso a través del cine, desde un hecho histórico.
Yo he encontrado hasta este 40 aniversario, 56 producciones audiovisuales contando series televisivas, cortometrajes, algunos especiales para televisión o VHS de poca circulación. De la década del 80 encontré 10 producciones, y cuando salió el libro, descubrí una décimo primera.
Encontramos entre ellos “Guerra en el Atlántico Sur”, que es de La Aventura del hombre, de 1983, en plena dictadura militar y que tiene un discurso muy distinto al que hay en el documental de Nicolás Kasansew, “la Guerra que no vimos” o “Los chicos de la guerra”, que tiene una mirada que victimiza a nuestros jóvenes porque muestra cómo fueron maltratados por las jerarquías militares, pero a la vez condena la dictadura y, en algún punto, muestra más la miseria de la guerra que el heroísmo o que la usurpación británica. Pero la sociedad argentina de 1984 recibe ese discurso, lo acepta, las escuelas pasan esa película, mientras muchos ex combatientes protestan porque dicen que al ir a Malvinas dejaron de ser chicos y pasaron a ser hombres.
Y al mes del estreno de “Los chicos de la guerra” aparece “Malvinas, historia de traiciones”, un film de Jorge Denti, en homenaje a Raimundo Gleyzer, que lo realiza con una mirada diferente, denunciando al colonialismo y a la dictadura militar. Los protagonistas son Adolfo Pérez Esquivel y las Madres de Plaza de Mayo. Es un documental con mirada a cámara, hay muchos testimonios. Este documental no circula por Argentina, se estrena en un cine y luego se pasa en México, en un festival de La Habana. Propone emparentar la lucha de Malvinas contra el imperio británico y norteamericano, así como se está peleando en El Salvador y Nicaragua y plantea que estos jóvenes que se presentan como ex combatientes son sujetos políticos que denuncian y a la vez están dispuestos a volver a luchar.
“Los pibes de la guerra” te muestra otra juventud. Son jóvenes que terminan escuchando a Baglietto (Juan Carlos), otro termina preso porque se agarra a trompadas en un boliche y otro en un neuropsiquiátrico. Todas las historias son reales para contar. La imaginación también es historia. Pero si como sociedad argentina solo nos quedamos con las historias de esta película, nos perdemos otras.
Por eso el cine alimentó la desmalvinización, porque la sociedad en el regreso a la democracia, también quería bajar un cambio. La pregunta que hago en el libro es: ¿será que la sociedad argentina tomó ese discurso como el válido o es la industria cultural que impulsa unos discursos por sobre otros? Es un poco de las dos cosas quizás.
“La República Perdida 2”, que es de la década del 80 y que también como documental atrapa a la población, en sus 120 minutos de duración, 20 se los dedica a Malvinas. Allí hay una denuncia a los militares y al tratamiento diplomático del conflicto. Desde pensar que Ronald Reagan (ex presidente de EEUU) iba a apoyar el conflicto a terminar con Fidel Castro y los países no alineados a reclamar por la soberanía. Creo que entre todo eso se arma un rompecabezas.
A mí lo que me interesaba mostrar es cómo a través del cine se podían identificar todos los discursos que circulan en la sociedad y que están en pugna hasta el día de hoy: la independencia inconclusa, el acto heroico, la guerra absurda. Todo está en estos 10 films. Y si me preguntan con cuál estoy de acuerdo, a mí me gusta “Malvinas: historia de traiciones” porque me parece que condensa lo que pienso. Pero lo que es interesante también es ver cuánta diversidad de voces puede haber en torno a Malvinas y aceptar esa diversidad como parte de la identidad.
¿Cómo pensás que hoy se entiende la causa Malvinas luego del aporte de todas estas miradas?
El siglo XXI da otra mirada al cine y también muestra los tiempos de cambio que fueron los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández en relación a reivindicar la figura del veterano, dándole –desde el punto de vista marxista- lo material, la pensión que corresponde, lo cual permite que, en lugar de estar mendigando en los trenes, estén en sus centros de veteranos produciendo sentido. El centro de veteranos de Quilmes, por ejemplo, hizo cuatro cortometrajes; otros dan clases en las escuelas, charlas y pueden hacer un gran cantidad de actividades como conformar la comisión de HIJOS y sembrar conciencia de la soberanía, porque a veces estos centros es donde menos quieren hablar de la guerra y más sobre la actualidad y del futuro.
Ahora, los nuevos debates los ves también en el cine. Por ejemplo, “Soldado argentino solo conocido por Dios” se emparenta directamente con el reconocimiento de los restos en el cementerio de Darwin. En un momento se debatía si debía producirse, porque para algunos era profanar las tumbas, para otros era necesario saber qué soldado caído estaba en qué tumba para que cada familia diera la flor en el lugar correcto, cuando antes cualquier flor en cualquier lugar era válido. Después hay una película sarcástica y fea como “Malvineitor” que es un Arnold Schwarzenegger argentino que intenta recuperar las islas él solo para lograr la reelección de Macri en 2025.
En el cine, los debates permiten que prevalezca un discurso sobre otro en determinados momentos. Creo que hoy el discurso de Memoria, Verdad y Justicia tiende puentes con Malvinas con la necesidad de reconocer la gesta y a nuestros caídos, pero sabiendo que fue otro crimen de la dictadura haber llegado a la guerra.
Se trata de recuperar la historia de 190 años de usurpación británica con, por ejemplo, muestras sobre la existencia española y argentina hasta 1833, donde podés ver el diario de Ana María Vernet, en el cual explica la vida cotidiana en las islas. Se pretende saber que no era un territorio vacío que se fue a disputar y que se perdió, sino que vivían argentinos y argentinas. Hasta la guerra, Inglaterra manejaba 140 mil kilómetros cuadrados de Mar Argentino, hoy maneja 1 millón 400 mil kilómetros cuadrados. ¿Qué pasó con los acuerdos de Madrid? Es un acuerdo desde el cual el gobierno de Menem acepta la rendición. ¿Qué cedimos? Porque no se sabe aún. Ese debate es necesario darlo cotidianamente. Nosotros tenemos que recuperar lo que Naciones Unidas dijo muchas veces y es que nos tenemos que sentarnos a conversar sobre la soberanía porque se reconoce que hay un conflicto.
También hubo una serie de acuerdos durante el gobierno de Macri sobre Malvinas…
Sí, lo pendular de nuestra diplomacia no nos ayuda. Rosas que quiso comprárselas a Gran Bretaña. Y, por otro lado, está el archivo de una denuncia que Scalabrini Ortiz hace sobre Sarmiento cuando este último dice “que la invasión británica es un acto de progreso y de civilización”. Más adelante, Onganía está tomando el té y jugando al polo con el rey de Inglaterra, mientras militantes de la izquierda peronista como Dardo Cabo, Cristina Verrier, toman un avión y lo aterrizan en Malvinas. Luego está quien dice que el océano es muy grande y el submarino muy chico, o que vamos a cambiar las Malvinas por vacunas, o que no entienden un problema de soberanía en un país tan grande, como decía Rivadavia que “el mal de la Argentina es la extensión”. Después están los actos de los gobiernos peronistas, siempre reclamando por la soberanía en las islas.
¿Cómo fue la búsqueda de esas producciones y cuáles eran las variables que utilizaste para armar la investigación?
Por un lado, viendo el estado de la cuestión, escrito y audiovisual, encontré muchos colegas que relatan lo que existe. Así que me enteré de la existencia de películas. Hay mucho producido en 1984, cerca de la guerra. Y por el otro, mirar las películas con el tamiz de análisis de algunas películas que dan tres autores, para mí emblemáticos, que son Rosana Gubern, Vicente Palermo y Federico Lorenz, que establecen una serie de variables e indicadores. Por ejemplo, si se trató de un relato victimizador, patriótico, anticolonialista. Luego, otras como “guerra absurda en manos bastardas”, “gesta patriótica”, “locura militar”, “independencia inconclusa”. Con estas variables armé una tabla y empecé a marcar cuáles aparecen en estos films. Parece un capítulo muy dicotómico porque caracterizo a los familiares si están representados como orgullosos o como víctimas. No es lo mismo representar a los militares como represores que como hacedores de una gesta patriótica.
¿Estas variables tienen alguna relación con quien produce ese producto audiovisual?
Sí. Las películas taquilleras van a tener un tamiz muy importante en el relato victimizante, no tanto en la gesta patriótica. Las realizadas en el teatro de operaciones. Hay tres realizadores que estuvieron allí, que Malvinas los marcó. En realidad, a casi todos los directores los marcó, es muy difícil que hayan podido hacer otra cosa con el mismo éxito. Se puede reconocer que si está auspiciado por el INCAA es un discurso más estatal, y los que están fuera de este discurso aparecen el producciones de menor divulgación. También hay que considerar cómo juega la memoria, el contexto político.
¿Por qué consideras que se los estigmatizó o no se los valoró siendo que en muchas producciones, como “Los chicos de la guerra”, se los considera chicos?
Si lees a los autores y a los realizadores de la película ellos aseguran que la idea fue mostrar la historia de ellos cuando eran chicos. Por eso, hacen flasbacks. Lo importante es cómo circula esa información en la sociedad, el significante “chicos” apareció como algo despectivo, que el ex combatiente se sintió afectado y cuando le decís de ese modo, es como si los estuvieras menospreciando. No fue la idea de los autores pero así lo toman. Muchos dicen que no son héroes, sino que el Estado los puso en las islas y otros te dicen que iban al frente con total orgullo.
La sociedad argentina absorbió la desmalvinización. Los militares los escondieron para poder negociar la derrota bélica y la transición. En esa época Bignone hace el decreto de autoamnistía para que los crímenes contra la subversión, de la guerra sucia, no sean juzgados. La democracia argentina se encuentra ante la misma disyuntiva: cada vez que voy a reivindicar Malvinas le voy a dar la oportunidad a los militares de recordar su gesta patriótica del 2 de abril. Por eso Alfonsín quita el 2 de abril de las efemérides y es con el kirchnerismo que vuelve a ser feriado pero resaltando la figura del Día del Veterano y Veterana.
Un compañero me dijo que la sociedad es como una cebolla, la malvinización está en el corazón de la cebolla, y hay que ir retirando las capas de desmalvinización. No sé si las retiramos todavía.
Algo similar pasó con la lectura que se hizo de la dictadura. Cuando vuelve la democracia la primera lectura es la teoría de los dos demonios. Y luego se dieron otros debates que fueron cambiando la mirada.
En las efemérides se ve este cambio, como el 24 de marzo que fue resignificado. El 2 de abril para mí no entró en el corazón de todos los calendarios pero tenemos que trabajar para ello. Hubo una gesta porque llegaron a Malvinas, expulsaron al gobernador inglés y lo mandaron a Montevideo. Y Naciones Unidas entendió que algo estaba ocurriendo y que era necesario sentarse a negociar. Estuvimos muy cerca de firmar la paz antes de los primeros disparos. Hay que ir desarmando las capas de la cebolla y para mí, Néstor y Cristina hicieron mucho y seguimos haciendo con la curricularización de las Malvinas en las universidades. También mirando más allá de la guerra, porque nuestro país desde 1810 mandó gobernantes a Malvinas. Por ejemplo, el primer gobernador era guaraní y fue enviado desde el Virreinato del Alto Perú a Malvinas.
¿En qué consiste el Programa de Estudios de Malvinas, Atlántico Sur y Patagonia (PEMap)?
El nombre ya indica algo sobre cómo se piensa la región. Somos un país que parece que crece de espaladas al Atlántico. Pero ves el mapa de Argentina y somos un país atlántico, en nuestras riquezas. En el mapa bicontinental de nuestro país, Malvinas está en el corazón de todo nuestro territorio. Amplía la mirada. Entonces en el PEMap abordamos esos aspectos con trabajos de investigación, de vinculación y tratando de curricularizar Malvinas en nuestras materias, en Ingeniería en Petróleo, en Gestión Ambiental, en Historia Argentina, en Literatura.