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Entrevista a Ingrid Sverdlick, doctora en pedagogía

Ingrid Sverdlick, doctora en pedagogía: “No se piensa al profesional en abstracto, se piensa la formación del profesional fuertemente relacionado con ese territorio”

 

Por Julio Longa, Andrea Romero y Damián Ierace

“Entendemos que para analizar las condiciones de la enseñanza y las trayectorias educativas, necesitamos una mirada compleja donde la enseñanza no se mire solamente en relación a lo que pasa en el aula o en relación a uno de los dos actores (docentes o estudiantes) sino que las condiciones de la enseñanza abarca a toda la organización institucional”, define Ingrid Sverdlick, docente-investigadora y coordinadora de la Especialización en Docencia Universitaria de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).

El planteo surge a partir del proyecto de investigación que dirige sobre las “Condiciones de la enseñanza y trayectorias educativas en las universidades nacionales del conurbano bonaerense. El desafío de la inclusión”. Es un Proyecto de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) con sede en UNAJ pero que también se trabaja junto a investigadores/as de la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ). La propuesta se concentra en el análisis desde las carreras de Enfermería, Trabajo Social, que se dictan en ambas universidades, Ingeniería en Petróleo de la UNAJ y la licenciatura en Producción y Desarrollo de Videojuegos de UNPAZ.

Uno de los ejes de trabajo se refiere la organización institucional. ¿Ustedes encuentran alguna característica particular de estas dos universidades, que las diferencias de otras casas de altos estudios?

Existe un muy fuerte involucramiento y compromiso de toda la comunidad en estas universidades con respecto al entorno, al territorio. Y este aspecto no sucede solamente con los integrantes de la universidad que viven en la región, también con quienes no son de esa zona. Hay un compromiso militante del territorio, en el sentido de entender que hay saberes que no van a ´derramar´ desde la universidad al territorio, como es la lógica tradicional del extensionista, ni tampoco van a prestar un servicio a la comunidad, como podría ser la lógica más tecnocrática, sino que hay una intención muy potente de lograr una relación más horizontal. La universidad es muy permeable en establecer un diálogo en igualdad de condiciones entre los saberes del territorio y los que se producen en el ámbito científico o académico.

Sin dudas, ese diálogo tiene sus cimientos en la génesis y características constitutivas y discursivas de las universidades del Bicentenario.

Esto es muy interesante y por supuesto, hay mucho por hacer, pero por lo pronto ese diálogo nos marca la fuerte intención de hablar con la misma autoridad desde distintos saberes. Y por supuesto que una cuestión muy importante tiene que ver con el origen de estas universidades. Porque se originaron desde el territorio, a demanda y por cuestiones de interés; con una comunidad involucrada a la hora de pelear ese lugar. Hubo una genuina demanda desde la comunidad por una universidad, también se escuchó esa demanda, luego hubo una alianza política que permitió la creación y después se sustentó con el territorio. Esto es muy fuerte para la formación porque ya no se piensa al profesional en abstracto, se piensa la formación del profesional fuertemente relacionado con ese territorio.

Ante este escenario, ¿qué perfil de docente se requiere para la formación de este profesional?

En general, el docente universitario mayormente no tiene formación pedagógica, es un profesional de alguna disciplina que dicta clases en la universidad y su experiencia en su relación con la enseñanza ha sido a lo largo de su escolarización en cualquiera de los niveles o en todos. De esta manera, opera una suerte de cuestión identitaria. Es decir, el docente da clases e interpela al estudiante que considera que es “idéntico a como era yo (docente) como estudiante”. Se ponen en juego dos aspectos: es suficiente con conocer los contenidos de mi materia para poder transmitir o para poder enseñar esa materia. Y segundo, al que le voy a enseñar es un sujeto parecido a mí cuando yo era estudiante. Estas dos premisas están puestas en cuestión en estas universidades porque se entiende que para poder aprender lo que se necesita para un desempeño profesional, es necesario te lo pueda transmitir y construir un colectivo; es decir, una comunidad de aprendizaje que construya o reconstruya esos saberes de una manera particular. Tanto en la Jauretche como en UNPAZ, hay una manera de plantear la cuestión docente que se aparta de cómo se entiende la docencia en las universidades más históricas, más tradicionales. No se puede entender la docencia ni la enseñanza si no se piensa históricamente y de manera contextualizada.

Pensando en esta fuerte relación con el territorio, ¿existe la posibilidad que la identificación entre docente y estudiante sea tal como la describís?

El estudiantado que asiste a estas universidades no tiene una suerte de cuestión identitaria respecto de los docentes. El trabajo con los estudiantes nos interpela a los docentes a pensar la enseñanza de otra manera porque son estudiantes con otras trayectorias, con otras vivencias, mayormente primera generación de universitarios en sus familias. Pero no sólo eso. En muchos casos en esas familias apenas terminaron la secundaria, con lo cual, hay un capital cultural que acompaña poco la lógica o los lenguajes que son propios de la universidad. Y esto último genera que la presencia en la universidad de uno de sus integrantes, empieza a movilizar a esa familia. Lo que le pasa al estudiante en la universidad repercute en su familia. Y esa repercusión no es sólo disciplinar sino también de todo lo que sucede en la universidad: la forma de militar, cómo se socializa, la relación con los docentes… hay un montón de aspectos de la cultura universitaria, además de los aprendizajes, que las y los estudiantes llevan a sus casas y también a los barrios.

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