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Entrevista a Daniela Losiggio, investigadora en las temáticas de género y feminismo

Maternidad y deserción estudiantil

Por Andrea Romero, Julio Longa y Damián Ierace

“En líneas generales, las mujeres expresan una sensación de sobrecarga de trabajo y mucho estrés: las cuentas, las deudas, la administración del hogar, el trabajo de la casa, que se duplica porque hay gente todo el tiempo”, describe Daniela Losiggio, doctora en Ciencias Sociales y actual directora de Género, Diversidad y Derechos Humanos de la UNAJ, a partir de los resultados que surgen en el proyecto de investigación que coordina: “Desigualdades frente a la pandemia: Experiencias y estrategias estudiantiles en la Universidad Nacional Arturo Jauretche desde un enfoque territorial y de género”.

Losiggio remarca la importancia que tiene para las estudiantes de la Jauretche el espacio de la universidad. “Si bien hay muchas encuestas que muestran que quieren sostener la virtualidad, yo disiento, porque desde las conversaciones con las estudiantes, y desde estos trabajos que hicimos sobre la administración del tiempo, las estudiantes que tienen mucha sobrecarga de tareas de cuidados, les viene bien venir a la universidad. Es un momento dedicado a ellas mismas, al estudio plenamente. A veces van al espacio estudiantil, usan el predio para leer un rato y es un momento de silencio, donde nadie se acerca, nadie les pide nada. Esto también es un emergente de la investigación: las estudiantes quieren volver al espacio público de la universidad porque es un espacio de resguardo de sus estudios”.

En pandemia circulaba esta idea de que “íbamos a salir mejores” y hoy vemos que muchas prácticas que generaban mayor desigualdad y que eran necesario mejorar, por el contrario, se han profundizado. ¿La investigación va en línea con esto?

Hay dos estudios sobre este tema en marcha: uno sobre políticas de cuidado y universidad y éste que trabaja más sobre la cuestión experiencial, desde la subjetividad. Apuntan a temas similares. En este segundo, observamos cómo se modificó la conducta de las estudiantes, cómo aumentó la sobrecarga de cuidados en las estudiantes de Trabajo Social puntualmente, en contexto de pandemia. En tanto que en el primero observamos más cómo la política empezó a mirar más la cuestión de los cuidados. Una refleja la realidad de las mujeres varelenses, berateguenses y quilmeñas que viven una realidad muy compleja, agravada por la pandemia. Y la otra arista es que mientras las tareas de cuidado se intensificaron durante la pandemia, las estudiantes no encontraban momentos de estudio. En este marco, estaba el tema de la brecha tecnológica, porque de pronto en una casa había un solo artefacto y dos o tres chicos y varias personas que tenían que trabajar con la misma computadora o celular. Además estas mujeres que cursaban Trabajo Social, que es una carrera altamente feminizada (el 70% son estudiantes mujeres), tuvieron que cumplir tareas educativas, nuevas, que se agregaban a las tradicionales.

Esa situación es innegable, además que la pobreza de las mujeres se intensificó en la pandemia, lo cierto es que también la política empezó a observar los cuidados como un tema central, eso es una novedad. La otra arista muestra que la frase “nos vamos a volver mejores” es falsa porque salimos más empobrecidos, con reivindicaciones políticas muy conservadoras.

Por otra parte, la pandemia demostró cómo los cuidados cumplen un rol central de la organización social. Por caso, en el campo de la salud, han sido las enfermeras las que sostuvieron la gestión, la administración de la pandemia y mostraron la función social fundamental que cumplían. Llamábamos “actividades esenciales” a todo lo relacionado con salud en el contexto de pandemia. Es una arista positiva porque se demostró lo esencial que es pensar en los cuidados. Incluso todo lo relacionado con la alimentación, la provisión de alimentos.

En ese contexto de pandemia, ¿se profundizó esa característica asistencial que se asigna a la mujer?

Si bien los números muestran que sí, que se intensificaron las tareas de cuidado y que no dejaron de ser feminizadas, por otra parte, se demostró que hay una responsabilidad social por los cuidados, que todos, todas y todes somos responsables de los adultos mayores y de las personas a cuidar.

¿Esas tareas de cuidado se empiezan a concebir como un trabajo?

Sí, esta es la parte positiva, que se haya visibilizado que las tareas de cuidado son trabajo y en muchos casos no remunerado. En otros casos esos trabajos sí son remunerados, como por ejemplo en el ámbito de la salud. Aunque son servicios muy mal remunerados debido a imaginarios sociales que observan que las tareas feminizadas son las de menor valor. En cambio, las actividades intelectuales, relacionadas con la razón, con la política, son las mejor evaluadas socialmente y, por lo tanto, mejor remuneradas. En la pandemia ¿cuáles fueron las que más se requirieron? Las elementales. De hecho, siempre me llamó la atención que se denominaran “actividades esenciales”, dando a entender que lo esencial para la reproducción de la vida, son todas aquellas tareas que hacemos las mujeres día a día, de modo no remunerado.

Hasta en los términos del marxismo se habla de reproducción, como si formara parte de algo que hacemos todos los animales, mientras que la producción forma parte de otro tipo de actividad más compleja. Hay una división que es ideológica entre la idea de producción y reproducción porque no es que las personas ingerimos los alimentos tal como los bajamos de los árboles. Hay todo un proceso. Lo que hacemos mayoritariamente las mujeres, como preparar los alimentos para una cena de una familia entera, calcular cuántos ingredientes hay que utilizar, cuántos nutrientes se necesitan para que los chicos tengan los alimentos completos del día, todo esto requiere saberes que son del orden de lo social. Entonces ¿por qué esa distinción entre la producción y la reproducción? Como si la reproducción no formara parte de la producción social. Hay una división ideológica que incluso está dentro de los discursos más progresistas. Por supuesto que todo lo que tiene que ver con los cuidados de la salud, la higiene, la sanitización, la preparación de alimentos tienen que ver con sostener el cuerpo vivo.

¿Cómo repercute esto de que se haya puesto en agenda el tema de los cuidados en las estudiantes de la universidad, teniendo en cuenta que en el proyecto se refieren a las estrategias de las estudiantes?

Hay varios estudios que hicimos sobre los usos del tiempo, cómo administran el tiempo las y los estudiantes, teniendo en cuenta el trabajo de cuidado. Y la verdad es que es impresionante. Hay algo que aparece en las entrevistas que hicieron mis compañeras y compañeros de este proyecto UNAJ Investiga que es interesante y es el imperativo –que ya había aparecido antes de la pandemia pero se hizo muy presente en pandemia- tan neoliberal sobre “hay que estar”, “hay que aprovechar el tiempo”. Toda una serie de imperativos que cargaban las estudiantes como cuidar, educar y enseñarles a leer y escribir a sus hijos/as y a la vez realizar otro tipo de actividades como, por ejemplo, hacer gimnasia.

Algo que apareció es que se profundizó el tema de la violencia de género en la pandemia

Las dos aristas para la pandemia fueron la desigualdad económica de las mujeres y la violencia física. Ambas situaciones se agravaron y hubo que reforzar estas cuestiones.

En la UNAJ tenemos el espacio Mónica Garnica, enmarcado en la Dirección de Género, Diversidad y Derechos Humanos y el Programa de Estudios de Género, donde hacemos acompañamiento a mujeres en situación de violencia. Es un espacio físico donde recibimos a personas con consultas. Tuvimos que readecuar nuestros modos de consulta para poder abordar esos casos. El Ministerio de Mujeres actuó muy rápido con el tema de las líneas y los refugios y los espacios de atención. Creo que se ha hecho un buen trabajo a pesar de que, por supuesto, se agravó.

Por otro lado, ahora aparece en todos los discursos políticos la cuestión de los cuidados. Y es un tema que se está imponiendo en la agenda feminista, entendiendo los cuidados como un derecho humano. Hay tratados internacionales que hablan de esto, el derecho al cuidado que tenemos todas las personas.

El 8 de marzo hicimos una encuesta en la UNAJ de la administración de los cuidados de los estudiantes y salieron resultados muy buenos. Aparecen discursos tales como “Yo no recibo cuidados”, “A mí nadie me cuida”. Siempre alguien te cuida, los y las amigas, por ejemplo. Generalmente, somos las mujeres las que hacemos de sostén afectivo. El imaginario también se centra en las niñeces y las personas adultas mayores, o alguien con discapacidad. Pero no es así, porque existen un montón de cuidados sociales también como cuando vamos al hospital. Tienen que ver con todas esas actividades dedicadas a la higiene, la alimentación, la salud. Algunas son remuneradas y otras no.

Ahora se está empezando a hablar de una política integral de cuidados -como una ley que están impulsando diputadas y diputados-, que venga a reparar esas desigualdades tan históricas. Porque somos las mujeres las que seguimos mayoritariamente encargadas de los cuidados, también los comunitarios. Y esos son números que no se han modificado demasiado.

Creo que es importante que se esté pensando el tema de los cuidados como un problema social y que empecemos a pensar en la desprivatización de estas tareas, sacarlos del ámbito doméstico y desfeminizarlo. Son las dos grandes tareas que tenemos como instituciones, como Estado.

En ese sentido, en la UNAJ este año inauguramos el Lactario, que es una forma de desprivatizar los cuidados porque las mujeres, las personas en etapa de lactancia, lo que hacían era volver a su casa corriendo o dejar de amamantar. Otras pueden ser guarderías, hogares para personas adultas mayores. Medidas que vuelven a los cuidados un problema comunitario, social.

La Dirección de Género, Diversidad y Derechos Humanos hizo un convenio con el Ministerio de Trabajo para ofrecer cursos de formación profesional de cuidados a adultos, mayores, niñes y uno más general, introductorio. Para esta propuesta invitamos a participar al Sindicato de Amas de Casa para la profesionalización de los cuidados. La idea de estos cursos tiene que ver con que no todas las personas tienen ese oficio y alguien que lo sepa hacer debería ser muy valorada en el mercado. La propuesta es dar cursos como RCP, situaciones de accidentes que se pueden dar en el hogar, cuidados de la jardinería, herramientas de uso de TICs que complementan ese oficio que ya se tienen, por el mero hecho de haberlo hecho mucho tiempo. Por ello vamos a convocar a mujeres del territorio que ya tienen este oficio, profesionalizarlas para que consigan mejor remuneración.

A partir de esta investigación, ¿cuáles son las propuestas de la gestión para avanzar?

Lo que este trabajo aporta como insumo es la necesidad de que existan ámbitos de la universidad capaces de absorber las tareas de cuidado ya que es una de las causas más importantes de deserción estudiantil. En ese sentido, el lactario y una ludoteca sería ideal. Daríamos respuestas a muchas de las problemáticas que traen las estudiantes. Va a haber una prueba de un espacio de primera infancia en la UNAJ para el día que tenemos los talleres de cuidados. Vamos a ver cómo funciona y a pensarlo más adelante para toda la comunidad universitaria.

La universidad además ofrece la beca Madres y Padres, que es también una ayuda económica que incentiva la participación de estudiantes para paliar la deserción estudiantil por tareas de cuidado.

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