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Entrevista

Fotografía de Fernando Koch


Por Andrea Romero

Sebastián Leonardo Ávila es docente de Problemas de la Historia Argentina, historiador y escritor. Su novela “Ovejas”, que relata acciones de una patrulla en un faro de las islas Malvinas,  fue elegida entre 600 escritos como mejor texto del concurso Futuröck de Novela 2021. “Cuando estás escribiendo siempre surge una voz propia, sea una obra literaria o sea un texto académico. Y en el caso de “Ovejas” siento que hay un montón de voces que vienen atrás”.

El concurso fue organizado por la emisora de radio Futuröck  y el jurado estuvo integrado por Sergio Bizzio, Claudia Piñeiro y Fabián Casas, quienes describieron al relato como una “historia onírica” pero que a la vez que presenta eventos reales que podrían ser de Malvinas o de cualquier otra guerra. La novela será editada en septiembre.

En esta entrevista Sebastián Ávila cuenta cómo fue el proceso de creación de “Ovejas”, cómo se relaciona su formación de historiador con ser escritor. También cómo ve el tema Malvinas, la memoria, los olvidos, la historiografía y la academia.

¿Cómo fue el cruce entre tu formación como historiador y tu oficio de escritor que te llevó finalmente a escribir “Ovejas”?

A los 15 años, con mi grupo de amigos,  publicamos un libro de poesías. En ese entonces escribíamos y leíamos un montón. Mi formación como historiador y la escritura fueron dos caminos paralelos. En sí en mi formación académica el tema Malvinas no apareció, al menos no en mi carrera. Recuerdo alguna materia que sí analizábamos el giro lingüístico y la historia, la forma de escribir literatura y de escribir historia, en cuánto se parecen.

Luego en 2016 retomé la literatura un poco más seriamente. Entré a un Taller de escritura de Juan Diego Incardona, que es un escritor reconocido. Escribió muchos libros de Villa Celina y hoy es el Director de la Casa de la Provincia de Buenos Aires. Ahí empecé a recuperar aquello de mi adolescencia. Y dio la casualidad que la primera consigna que nos dio en ese taller fue un cuento y yo llevé uno de Malvinas. Ese cuento les gustó mucho a todo el grupo y a él también. Recuerdo que sus palabras fueron: “Tenés un universo muy grande, muy interesante a desarrollar”. Eso lo tomé como una especie de puntapié.

Después seguí escribiendo sobre otras cosas, cuentos, relatos. En el medio, el tema Malvinas se volvió a cruzar, principalmente por mi barrio, la Paternal, donde se empezaron a hacer algunas actividades con ex combatientes en el club. Empezamos a hacer murales y charlas con ellos. Esto coincidió con que el Estado empezó a visibilizar mucho el tema.

Más tarde, empecé a trabajar con Leonardo Oyola que es otro gran escritor de Isidro Casanova. Él daba unas clínicas para escribir novelas y ahí empezó a nacer “Ovejas”, en 2018. En ese entonces,  yo ya era docente de nivel primario y el tema Malvinas estaba más vinculado, porque fueron cambiando los planes de estudio y cada vez hubo más visibilidad de esta cuestión. En esa escuela sí trabajamos mucho con el tema, entrevistamos veteranos, una veterana. Y luego en la UNAJ con el grupo Malvinizar Unaj, con Mirta Amati y el resto de los compañeros y compañeras, y en las clases de Problemas de la Historia Argentina continué trabajando.

¿Qué relación encontraste entonces entre la escritura que se hace en la Historia y la escritura literaria?

Los historiadores nos sustentamos en las fuentes para decir “esta es nuestra verdad”. Y ahí hay una crítica muy interesante, que se puede tomar o no. Por ejemplo, Carlo Guinzburg en uno de sus libros analiza la inquisición del otro lado y justamente señala que, si uno toma los documentos siempre va a ser contada desde la perspectiva del inquisidor. Y este análisis se puede hacer extensivo para otros fenómenos. Creo por eso que la forma de la escritura y lo que dice la historia están completamente relacionados.

Hay un cruce entre literatura e historia, quizás más en el campo de les docentes cuando preparan una actividad, que usan alguna obra de ficción para introducir alguna temática histórica. Y quizás en otras formaciones académicas distintas a la que tuve yo. Desde el campo de literatura, hay muchos autores que analizan la producción literaria de Malvinas y lo vinculan con la historia. Pero mirado desde la historia mucho menos, porque justamente buscamos la fuente y se supone que la obra de arte no es eso.

¿Y cómo surgió la idea de este tipo de novela que presenta eventos que pueden ser de la realidad de nuestra historia con situaciones oníricas?

Creo que tiene que ver con mi formación y con que muchos nos acercamos a la historia a través de la divulgación. Raramente algún chico haya leído un artículo académico y se haya conmovido por algo histórico. Quizás sí por una historieta, por un cuento, por una novela, una película, una serie. Y en mi caso, creo que hubo un retorno a ese primer encuentro con la historia. Me acuerdo de las historietas que heredé de mi familia como Nippur Magnum, el Tony y después buscaba algún libro de historia de la biblioteca de mi abuelo.  Y más allá de que coincido con lo que decía uno de los jurados del concurso, Fabián Casas, sobre que la historia que se relata en la novela puede ser la de cualquier guerra porque, en realidad, la palaba “Malvinas” nunca se menciona, en el caso de Malvinas muchas personas sienten que saben muy poco del tema y entonces surge la pregunta sobre cómo nos acercamos.

Por supuesto que cuando escribí la novela no estaba pensando en eso, estaba concentrado en escribir una ficción. Ahora que pasó el tiempo, llegó este premio, entiendo que también es una apuesta a eso; a ver qué pasa cuando unimos estos dos cables que parecerían separados: la literatura y la historia.

Yo me gradué en 2013 y ya en ese entonces había historiadores muy importantes como Federico Lorenz, o del campo de la antropología, Rosana Guber, que habían trabajado el tema Malvinas pero no habían llegado a la academia, por lo menos no a mi carrera. Y en la literatura es todo lo contrario porque  la primera obra sobre Malvinas que es “Los Pichiciegos” de Rodolfo Fogwill se escribe durante la guerra. Hay algo del arte que es anticipatorio y más arrojado,  que no tiene los pruritos de la academia. La literatura tiene mucha más cintura en ese sentido porque es desplegar lo que uno escuchó, sintió.

Ser historiador ¿fue un aporte para poder pensar la novela?

Sí, definitivamente. En particular, se da que en el tema Malvinas en la academia ocurre lo que comentaba. Pero las universidades no están aisladas de la sociedad y las sociedades imprimen sus memorias y olvidos, también en sus instituciones. Creo que la carrera de historiador enseña mucho algo que está buenísimo que es a leer. Quizás más que a escribir.  En tanto que la literatura tiene sus reglas, muchas, más plásticas, dóciles que la historiografía. De todas formas, el ejercicio es el mismo, cuando estás escribiendo siempre surge una voz propia sea una obra literaria o sea un texto académico. Y en el caso de “Ovejas” siento que hay un montón de voces que vienen atrás. Cuando uno escribe desde la academia es más difícil. Acá hay algo ligado a la memoria, a la tradición oral. En la literatura es como abrir una gran represa y dejar salir todo y es tan así que cuando lo terminas es una cosa extrañísima.

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