Por Damián Ierace
La pandemia trastocó el funcionamiento habitual en todos los órdenes de la vida. Desde el momento en que aparecieron los primeros casos en China, hasta que la mancha roja de los contagios se fue expandiendo y llegó a nuestro país pasaron apenas unos días, unas semanas. De repente, sin ningún tipo de preparación ni tiempo de adaptación las universidades se vieron obligadas a funcionar en forma remota y los estudiantes, así como gran parte de los trabajadores, pasaron a hacerlo a través de plataformas virtuales.
A más de cien días de aislamiento social, preventivo y obligatorio parecería que el hecho de trabajar y estudiar a distancia llegó para quedarse. De alguna manera, el mundo sigue andando. Clases virtuales, videoconferencias, grupos de mensajería, reuniones por Zoom constituyen, al menos por ahora y quién sabe hasta cuándo, la “nueva normalidad”.
Cómo está afectando esta situación a los estudiantes, cómo concilian las demandas de la virtualidad con los espacios y tiempos familiares, con las tareas de cuidado que muchos y muchas de ellas tienen a su cargo. Cómo impacta la pandemia en su salud, sus emociones, su economía.
Estas fueron algunas de las preguntas que impulsaron a un grupo de investigadores del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, integrado por Marina Acosta, Carla Figliolo, Gabriela Irrazabal, Agustina Lassi, Percy Nugent, María Eugenia Roberti y Matías Triguboff, a realizar una encuesta online a 621 estudiantes con el fin de conocer cómo están sobrellevando el aislamiento social, preventivo y obligatorio debido a la pandemia de Covid-19, haciendo eje en aspectos de la vida cotidiana como la salud, situación económica, relaciones familiares, acceso a servicios y conectividad, entre otros.
El trabajo es el segundo de la serie “Informes de Investigación”, que recoge producciones, avances o análisis específicos, realizados por los equipos de investigación compuestos por docentes, graduadas, graduados y estudiantes del Instituto.
A través de un cuestionario estructurado online destinado a estudiantes mayores de 17 años, el equipo obtuvo respuestas que dan cuenta de las dificultades, fortalezas, miedos, pero también de las ganas de seguir estudiando a pesar de todo, en un contexto marcado por la desigualdad y la incertidumbre.
Nuestra vida en la pandemia
La pandemia y el aislamiento social afectaron la vida y la salud de todos. Dificultades para dormir y desarreglos alimentarios, sensación de agobio y enojo debido al aislamiento fueron los síntomas relacionados con la salud que más destacan.
Si bien un 73% de los estudiantes encuestados dijo tener cerca de su casa (al menos 10 cuadras) algún tipo unidad de atención sanitaria, un 35% afirmó que su alimentación empeoró durante la pandemia.
En la mitad de los casos se incrementaron los problemas para dormir. Por otra parte, cuestiones como el enojo, la incertidumbre y el agobio, aparecen como sensaciones incrementadas durante el período de aislamiento para un 63% de los/as encuestados/as, mientras que el 12% de los/as estudiantes se considera dentro de alguno de los grupos de riesgo.
El tema de cómo conciliar la educación, el trabajo y los cuidados que llevan a cabo muchos de nuestros estudiantes también estuvo presente en muchas de las respuestas.
Un dato a tener en cuenta para determinar las características de estos estudiantes es que más de la mitad de los encuestados refirió tener algunas o algunas persona a su cargo. Un 24% tiene a cargo adultos mayores, mientras que el 37% de los/as encuestados/as tiene menores a cargo.
Un bajo porcentaje percibe que la convivencia familiar se ha visto alterada (10%). Incluso un 22% afirma que ha mejorado. Las relaciones de pareja (la mitad de los entrevistados/as dice tenerla) tampoco han sufrido mayores alteraciones, ya que entre los que sí tienen pareja, más del 50% dice que su relación está igual o mejoró.
Los casos de violencia familiar declarados suman 42 en total (6,6%). Sobre 621 respuestas se registran 7 (1,1%) bajo la denominación “violencia de género”.
Menos de la mitad, el 42%, menciona problemas de acceso a diversos servicios públicos y/o comerciales. Sobre acceso a internet: las calificaciones positivas y negativas se reparten en partes casi iguales a la hora de evaluar el servicio de conexión. Un 3% no cuenta con ningún tipo de servicios de conexión.
El 63% sostienen que su situación económica ha empeorado desde el inicio de la pandemia. En cuanto a los gastos, la baja de compras en el supermercado y la postergación en el pago de un servicio, se presentan como las más mencionadas. Más de la mitad menciona entre sus principales preocupaciones que colapse el sistema de salud o contagiarse el virus.
Por otra parte el 69% solicitó algunas de las políticas de ayuda económica implementadas por el gobierno nacional, encabezado por el IFE (57,5%). El 56% sostiene que la ayuda tuvo un impacto importante en su hogar (siendo que un 23% no sabe el impacto).
Pandemia, desigualdad y políticas públicas
El trabajo fue presentado a través de un encuentro virtual del que participaron varios de sus autores, junto a Sergio De Piero, director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la UNAJ, la economista y actual directora del grupo Banco Provincia Julia Strada y el psicólogo especialista en juventud Sergio Balardini.
“Lo que muestra esta encuesta, enclavada en el conurbano, en estudiantes que viven en estos territorios, es que efectivamente hay algo que atraviesa a esta zona del planeta que es la desigualdad como variable preponderante para cualquier análisis económico”, reflexionó Julia Strada y valoró el aporte “que muestra la heterogeneidad estructural que atraviesa a nuestras sociedades”.
Por su parte Sergio Balardini sostuvo que las instituciones universitarias “deberían pensar algún dispositivo institucional que les ayuden a las y los alumnos a trabajar estas cuestiones que probablemente continúen un tiempo después de la pandemia”.
Eugenia Roberti, una de las autoras de la investigación destacó el papel de las políticas públicas al momento de paliar los efectos de la pandemia en vastos sectores sociales.
“El papel de estas políticas excepcionales del Estado en el marco de la pandemia, como el IFE, que llegó a 11 millones de personas, pero también de otras políticas que venían de antes, como el Conectar Igualdad tuvieron gran repercusión en este contexto”, sostuvo.
“Cuando hablamos de la conexión y los dispositivos que tienen los estudiantes en sus casas y de cómo garantizamos la continuidad educativa, las investigaciones dan cuenta de que estos programas son exitosos y seguramente ayudaron a sostener la continuidad educativa en este contexto tan excepcional, y también para garantizar el tele trabajo de muchos de nuestros estudiantes”, agregó la investigadora.
“Hay una característica de los momentos de crisis en Argentina, que es cómo reaparecen, reflotan o se ven ciertos lazos de solidaridad, relaciones que están siempre pero que se ven o se destacan más en estos momentos y eso me parece que es parte de la tradición de los sectores populares de la Argentina”, subrayó Matías Triguboff, otro de los autores del trabajo.
El investigador destacó además que “hoy el Estado tiene la legitimidad suficiente para intervenir, tanto en regular cómo las personas pueden o no salir, como también en inyectar, destinar o reasignar recursos para tratar de contener esta situación”.
Se puede acceder al trabajo en: http://biblioteca.unaj.edu.ar/wp-content/uploads/sites/8/2020/06/Informe-VIDA-EN-PANDEMIA.pdf