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Por Tamara Novelle

¿Qué está pasando en Colombia? La pregunta se replica en sitios y periódicos de todas partes del mundo desde el 28 de abril. Ese día, miles de personas salieron a las calles a manifestarse contra la reforma tributaria que pretendía implementar el presidente Iván Duque. Como respuesta a las manifestaciones, el gobierno dispuso toque de queda y dio rienda suelta a la represión ordenando a las fuerzas armadas terminar con las protestas. Sin embargo, la violencia sólo provocó más muertes, más movilizaciones, abusos y un estallido mayor.

La reforma tributaria fue el detonante de una tensión que acumula décadas. Duque dio marcha atrás con el proyecto, también con el de la reforma del sistema de salud, pero no logra la desmovilización sino al contrario, cada vez más sectores sociales se suman a las manifestaciones.

Juan Pastor González

Juan Pastor González

Juan Pastor González, politólogo, docente e investigador de la UNAJ, señala que es muy difícil de comprender por qué hoy muchos sectores siguen en la calle, pese a la brutal represión, si no se revisa la historia, los contextos regionales, el sistema político-económico colombiano y su relación con Estados Unidos.

Las protestas que no cesan

En medio de la pandemia, el pasado 28 de abril, en 564 municipios de los 1122 que conforman Colombia, se produjeron masivas movilizaciones para expresar el descontento ante la crisis política, social y económica. Más del 40 % de la población es pobre, el desempleo superó el 16%, y es el tercer país con más contagios y muertos de Covid19 en América Latina. La reforma que pretendía subir el IVA, entre otros impuestos, prendió la mecha y el fuego hasta hoy sigue encendido.

“Lo que se está jugando no es un movimiento unificado. Cada sector plantea sus propias demandas y razones: violencia, desempleo, impuestos, educación, desigualdad, salud. Desde lo político, quizás pareciera que fueron las reformas tributarias, pero eso fue la punta de lanza que hizo arder a un montón de sectores sin representación política que, como no tienen quien canalice esas expresiones y se responde con una brutal represión, termina en esta violencia desmedida”, explica González.

Colombia: claves para entender el estallido social

Historia de La Violencia

Es muy complejo entender la política colombiana si no se analiza la historia. “Colombia está signada por la violencia desde sus inicios. Hay una etapa que es conocida como la de La Violencia (así en mayúsculas), que va desde 1920 a 1956/8. Fue una especie de guerra civil larga durante la cual dos partidos, el Liberal y el Conservador, se disputaron el gobierno a los tiros –literalmente- durante 30 años. Eso terminó con un “pacto democrático” entre ambos partidos. Acordaron alternarse en el poder: un mandato liberal, uno conservador. Ese sistema, muy denunciado por corrupción y abusos, terminó en el 74. Y fue ese sistema el que obturó la participación política en Colombia, “la destruyó”, señala Pastor.

Mientras el gobierno quedaba en manos de liberales o conservadores, la desigualdad y el descontento crecía en comunidades indígenas y campesinas. “El bipartidismo no atendía un reclamo como era el de la tierra, por ejemplo. Un tema que aún no está resuelto. Ante la imposibilidad de participar en el sistema político, los opositores se fueron al campo, a la sierra y ese fue el inicio de las guerrillas. Se organizaron en autodefensas y terminaron en lo que después se conoció como las FARC, el M19 o el ENL. Sectores que no están representados en ningún partido. Y esto, haciendo una exageración de la simplificación, es lo que deriva en lo que vemos hoy, en esas calles llenas de manifestantes con una multiplicidad de demandas”, describe González.

Sin golpes de estado, pero siempre a la derecha

El último golpe de estado en Colombia se registró en 1953, por lo que suele ser nombrado como un estado con democracia sólida. “Sin embargo la violencia nunca dejó de operar. Es difícil plantearlo porque no hubo dictaduras, pero fue porque el espectro político siempre estuvo y está corrido a la derecha. Recién a principios de los 90s la Constitución permitió que haya más partidos, aunque los sectores de izquierda quedaron afuera. Todos los presidentes que tuvo Colombia (incluido Duque) son de familias tradicionales y ricas. Una cuña pudo haber sido la participación del ya desaparecido M19, pero la izquierda sigue estando en la sierra. Es que cada vez que había organización y liderazgos, como en el caso del M19, sus dirigentes terminaban asesinados”, explica el docente.

Contextos regionales diferenciados y el sistema de estratos

Como pasa en otros países andinos como Ecuador o Perú, en Colombia hay una marcada diferencia entre lo que sucede en la costa y en la sierra. “No hay nada homogeneizado. Son muchas las diferencias entre las poblaciones. Los traslados de un lado a otro son larguísimos, por más que sólo sean 200 kilómetros. Está todo muy segregado y no es lo mismo el campo que la sierra, no es lo mismo Cali, Barranquilla o Bogotá. En Colombia hasta existe un sistema de estratos, una división social muy particular, que sirve para ciertas cuestiones administrativas pero también para segregar a la población. Hay barrios donde mucho no se puede entrar si no sos parte, no hay intercambio. Y ese estrato es el que figura en el documento. Entonces las demandas son muy distintas, las disputas son distintas, las realidades son diferentes”.

Acuerdos de ¿Paz?

En 2016 se realizó un plebiscito sobre los acuerdos de paz para aprobar o rechazar el pacto entre las FARC – EP y el gobierno colombiano. El resultado fue una victoria por el No que hizo que el entonces presidente Juan Manuel Santos renegociara algunos puntos.

“La construcción simbólica del enemigo de la guerrilla hace perder de vista que eso que está en la selva peleando también es Colombia. Estuve en el país cuando se votó el plebiscito. Es tal la división que existe. Uno puede pensar que ambos estados tienen razón, que hay razones valederas de todos los sectores que explican cómo se pueden mantener estos movimientos en la selva, por ejemplo, durante décadas. En el fondo, la disputa es apuntar a un modelo inclusivo o seguir con la exclusión de un neoliberalismo muy consolidado.

Desde que se firmaron los acuerdos de paz murió más gente que antes. Siguen matando dirigentes, a mujeres indígenas. No hay democracia. La policía, los militares y paramilitares no piden permiso. Hoy, si bien hay una constitución más abierta a la participación, sigue existiendo ese bipartidismo del Siglo XX. El gran poder sigue siendo ejercido por Uribe a través de Duque y con el respaldo de Estados Unidos”, afirma González.

Iván Duque Márquez, Presidente de Colombia

Iván Duque Márquez, Presidente de Colombia

La persecución a los líderes

La lista de crímenes contra líderes y lideresas sociales, campesinos/as, comunitarios/as y defensores/as de derechos humanos en el país sigue acumulando nombres. Ya son más de 60 en lo que va del año. De ella forman parte el líder campesino Wilson López en Aguadas (Caldas), el estudiante Lucas Villa, el dirigente de la Unión Patriótica Francisco Giacometto Gómez, el líder social Cristian Torres Cifuentes, entre otros homicidios, y denuncias de desaparecidos/as.

“Las fuerzas policiales o militares tienen bien claros sus objetivos. No matan a cualquiera. Algo similar a lo que pasó acá en 2001/2. Se mató a Kosteki y Santillán, al Pocho Leprati, que no eran cualquiera. No hay posibilidad de expresión política en un país donde rige esta especie de pacto de antaño entre liberales y conservadores y que asumió un alineamiento total a la política de EEUU. Una historia social y económica basada en el libre mercado, que niega derechos sociales, un neoliberalismo muy claro establecido”, señala el docente e investigador de la UNAJ.

Un futuro incierto

Los cuatro años del gobierno de Duque vencen en 2022 y las elecciones están pautadas para mayo. ¿Cómo llega Colombia al año que viene? ¿Duque dejará antes su cargo? ¿Hay algún sector que pueda hoy ocupar ese lugar y responder a las demandas?

“No se vislumbra una solución a la vista. Creo que hay que desarmar la estructura política y el poder de Uribe. Él es el que toma la decisión de militarizar. En Colombia hay mucha gente con mucho descontento hacia Uribe. Y también hay un gran sector que lo sigue apoyando y respaldando. Hay sectores que la pasan muy bien con el neoliberalismo, que tienen cierta estabilidad económica y buena vida, pero otros quedan totalmente afuera. Al haber una despolitización tan profunda en muchos sectores, incluso en el universitario donde uno imaginaría que discuten más ideas, es muy difícil romper con este sistema. Aunque también se entiende porque el que se compromete, es perseguido y hasta asesinado.

No sé cuál será la salida. Duque no veo que pueda conducir esto. No sé si será Gustavo Petro (senador, ex M19, fundador de Colombia Humana), si será alguien nuevo que pueda canalizar este descontento y ver cómo se sale. Hay que ver si Duque llega a las elecciones. Si la oposición se articula y puede armarse para presentar una respuesta a estas demandas que no están ordenadas. No lo veo todavía. Son muchos reclamos sobre un mismo reclamo.

Uribe es un populista de derecha. Muchos sectores lo apoyan. Tiene mucho poder en Colombia y el problema es desarmar esa estructura. Son muchos años y es difícil deshacer eso. Hoy la disidencia es premiada con muerte y represión, es lo que estamos viendo todos los días en esas calles”, asegura González sobre el estallido que lleva más de tres semanas, casi 50 muertos reconocidos oficialmente, y que, pese al blindaje mediático que intentó establecerse, trascendió las fronteras.

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