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Entrevista a Sebastián Paris, historiador y miembro de la Red de Investigadores de la Cuestión Malvinas (RedICMa)

“El archivo ayuda a subsanar estos vacíos historiográficos y sociales que tenemos todavía de la guerra”

Por Damián Ierace, Andrea Romero y Julio Longa

“Cuando hago referencia a Malvinas, no me refiero solamente a la guerra. La idea es salirnos un poco de eso, ver más allá, tanto hacia atrás como hacia adelante. Hay toda una historia previa y una historia posterior después de ese parteaguas que fue 1982”, remarca Sebastián Paris, docente-investigador de la UNAJ, miembro de la Red de Investigadores de la Cuestión Malvinas (RedICMa) e integrante del Programa de Estudios de Malvinas, Atlántico Sur y Patagonia (PEMAP) que funciona en la UNAJ.

El historiador Paris es uno de los impulsores del desarrollo del Archivo Experiencias de Malvinas (archivomalvinas.com.ar), una plataforma virtual desarrollada por investigadores/as de la UNAJ junto al Museo Malvinas e Islas del Atlántico Sur y el Programa Mecenazgo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. “Este archivo está compuesto por materiales de diversas fuentes: fotográficas, sonoras, documentos, videos que están desperdigados por todo el espacio nacional. La idea es que tenga un carácter federal, que no se restrinja solamente a Buenos Aires, sino que salga del encorsetamiento porteño. Hay fotografías, entrevistas a veteranos, prensa nacional, documentos diversos sobre las organizaciones de los veteranos de Malvinas desde 1982 hasta la actualidad”, describe Paris sobre este trabajo que busca presentar las distintas miradas y memorias sobre Malvinas y la necesidad de encontrar, sistematizar y preservar los materiales que aún hoy, a 40 años del conflicto, permanecen ocultos para gran parte de la población.

El proyecto trabaja con la identidad malvinera. ¿Cuál es el aporte de estos materiales para el acervo cultural, para la identidad nuestra en todo el territorio, no sólo en Patagonia o Malvinas?

Soy docente, además de historiador e investigador. Y, como autocrítica, pareciera que a veces escribimos o producimos investigación histórica solamente para nuestros pares. Teniendo en cuenta esto y el hecho de que muchas veces la escritura académica es compleja o abstracta, especializada, la idea es que desde la Universidad podamos divulgar hacia el territorio, una idea que tiene mucha carnadura en la UNAJ. Divulgar, y que a partir de eso nos podamos retroalimentar con escuelas, con centros de veteranos, y ver qué pueden aportar ellos. No sólo en cuanto a la producción histórica sino por ejemplo a la producción literaria en las escuelas, a la producción artística. Que el ciudadano pueda acceder a estos registros para ampliar sus conocimientos, más allá de los manuales escolares.

¿El archivo también abarca el antes y el después de la guerra?

Yo vengo trabajando desde hace poco la década del ’70 de Malvinas y ahí, por ejemplo, existió el Acuerdo de Comunicaciones. Hubo un momento en el que los argentinos y los isleños se acercaron fuertemente a través de los lazos del comercio en uno y otro sentido, de las islas al continente y del continente a Malvinas. Hubo muchos isleños que vinieron a estudiar a las escuelas argentinas, porque una de las cosas que tuvo Malvinas en la década del ’70 fue la precariedad de su educación. Al no ser reconocidos como ciudadanos británicos, los isleños tenían vedada la posibilidad de ir a estudiar a Inglaterra. Entonces Argentina se ofreció como un plafón de expectativas profesionales y sociales muy importante. De hecho, yo pude entrevistar a una isleña que en el ’82, en el año de la guerra, estaba haciendo el magisterio en Argentina para ser maestra en Malvinas. Todos esos grises de la historia son muy interesantes de recabar, más allá de que los isleños hoy en día tienen una posición antiargentina. Hay casos en que los isleños pidieron a la Fuerza Aérea Argentina, a través de LADE (Líneas Aéreas del Estado) asistencia sanitaria. Iban las chanchas, como les decían a los aviones anfibios, acuatizaban en la bahía de Puerto Stanley para llevar enfermos de Malvinas en muy grave estado al Hospital Alvear de Comodoro Rivadavia o al Hospital Británico de Buenos Aires. Uno, cuando se pone a ver esos grises, entiende que la guerra fue lamentable, en términos de esos vínculos que se habían construido. O el turismo en la década del ’70 organizado por el Automóvil Club Argentino y algunos agentes comerciales turísticos de Malvinas que daban la posibilidad de practicar el turismo como puentes de doble vía, en uno u otro sentido. Entonces, los isleños quedaban muy impactados con Buenos Aires, la París de América Latina, o cuando iban a conocer Misiones. Todos esos vínculos se rompieron a partir de lo que los isleños consideran la invasión a las islas y lo que los argentinos consideran la recuperación. También contamos con algunos documentos que gentilmente nos donó Mariano Ameghino, también docente de la UNAJ y autor del libro Tras un manto de películas, sobre la producción audiovisual sobre Malvinas en la década del ‘80, posteriores a la guerra. Ahí se dan varias discusiones porque a los veteranos las primeras películas sobre Malvinas no les gustan porque en ellas los conceptualizan como víctimas de la dictadura. Esas producciones cinematográficas tenían que ver con una imposibilidad de escapar a esa argamasa social de crítica hacia lo que habían hecho los militares. En relación a las mujeres, hay una foto muy importante de Télam, de abuelas de los soldados tejiendo en el Obelisco para enviarles bufandas, pasamontañas, medias a los soldados que estaban peleando en Malvinas. Y esa foto no está tenida en cuenta como para que uno se pregunte cuál fue la participación de las mujeres civiles en el conflicto del Atlántico Sur. O las madrinas de guerra, que tenían como deber levantar la moral a los soldados entonces se comunicaban a través de cartas. Hay una foto de una madre de Plaza de Mayo que está en la Plaza pidiendo la aparición con vida de su hijo y puso en un cartel “los desaparecidos son argentinos, las Malvinas también”. Todos estos materiales son un campo abierto al cual tenemos que acercarnos.

Malvinas no se agota en la guerra. ¿Esto también está reflejado en el archivo? ¿Hay materiales que abordan Malvinas desde otro lugar?

Nos gustaría contar con documentos para hablar sobre otros temas. Por ejemplo, la pesca. Un tema de actualidad que tiene que ver más con la geopolítica y el cuidado del mar y de nuestro recurso ictícola. Lamentablemente todavía no contamos con materiales de esa naturaleza. El archivo está en construcción, es y seguirá siendo provisorio. Nos gustaría contar con archivos de biólogos, del Ministerio de Defensa, para ver cuál fue la actuación del Estado argentino en relación a la salvaguarda del mar argentino y de nuestros recursos. Hoy las licencias de pesca de muchos buques que pescan toneladas se tributan en Malvinas. La mayoría de esos buques no son ingleses. Son españoles, chinos, asiáticos y depredan todos nuestros recursos. En ese sentido, me parece que falta una política cultural y educativa para concientizar a la población acerca de todos los recursos que tenemos en el mar. Todavía hay una conciencia cultural mediterránea que nos piensa como país agroexportador, solamente mirando nuestros recursos ganaderos y agrícolas y no nuestros recursos del mar. Hay ahí una tarea pedagógica, cultural y educativa que hay que trabajar, ladrillo por ladrillo.

¿También te dedicas a estudiar el impacto de Malvinas en la educación?

Mi tesis tiene que ver con cómo se vivió la guerra en el ámbito educativo. Y ahí lo que yo veo es una ruptura en cómo se vivió la guerra en Buenos Aires y como se vivió en la Patagonia. Mientras que en Buenos Aires se vivió a través de medios de comunicación controlados por los militares, en la Patagonia la guerra se vivió con una intensidad completamente distinta. Por ejemplo, los oscurecimientos organizados por Defensa Civil, que ya habían sido vividos en carne propia en el ‘78 durante el conflicto con Chile por el Beagle y que fueron actualizados en el conflicto de Malvinas en el año ‘82. Estos operativos consistían en que se apagaba totalmente la ciudad y la población civil tenía que colaborar en eso apagando las luces de las casas y tapiando las ventanas, poniendo papel celofán en las luces de los autos que circulaban por la ruta, porque si los ingleses bombardean el continente esos iban a ser los primeros blancos. Hay fotos impresionantes de esos operativos de defensa civil en las escuelas, donde les enseñaban a los estudiantes a hacer camillas caseras con frazadas y fierros, en caso de que existiera un bombardeo. Les enseñaban a protegerse bajo los pupitres por si llegaba a caer una bomba y derrumbaba el edificio escolar. Cada vez que tuve que hacer entrevistas con personas que vivieron esos hechos, percibí que la cuestión del trauma está muy presente y yo también me he llegado a emocionar con esos testimonios. Al ser una historia tan reciente, y a pesar de que no tiene tanto espacio en relación a otros problemas, hay toda una historia por hacer y por explorar. Después hay casos de estudiantes más grandes de escuelas que despidieron a compañeros que después no volvieron. Está el caso de un soldado, Daniel Ortega, de Trelew, que se fue a Malvinas dejando a su esposa embarazada, y murió en combate, y ella como no pudo aguantar esa situación, dio a sus hijos en adopción.

Son historias poco conocidas y por eso el archivo es un aporte fundamental.

Yo creo que el archivo ayuda a subsanar estos vacíos historiográficos y sociales que tenemos todavía de la guerra. Los patagónicos defienden una identidad propia, y dicen que la guerra se vivió de Bahía Blanca para abajo. Que a partir de ahí la guerra se vivió en otra sintonía, que los del norte vivieron la guerra por tv. Esto tiene que ver con que cada localidad va gestando sus propios procesos memorísticos. No son iguales las memorias de Malvinas en Patagonia que en Buenos Aires.

¿Podríamos afirmar que existe una especie de vacío documental y de testimonios sobre la guerra?

Yo soy historiador, pero seguramente los archivistas que trabajan y sistematizan documentos de diversos registros sobre Malvinas coincidirán conmigo en que el archivo representa una posibilidad de que emerjan de los sótanos, en términos metafóricos, muchos materiales. Creo que, salvando a los veteranos, que rápidamente se empezaron a organizar para obtener sus derechos, en la mayoría de la sociedad se escondió el tema Malvinas. Y también se escondió todo tipo de material sobre Malvinas. Una de las cosas que nos pasan en esta sistematización, es que esos archivos están en manos privadas. Incluso, se ha llegado a descartar o eliminar documentación para separarse, de alguna manera, de esa culpa que había sido, en algunos casos, apoyar la guerra. También esto tiene que ver con una falta de política estatal acerca de la conservación de esos documentos. Con los cuarenta años del conflicto se ha cristalizado una mayor capacidad de escucha. Este proyecto de Archivos Audiovisuales cuenta con el auspicio del Museo Malvinas, el Programa Mecenazgo del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y el PEMAP. Estamos dialogando con todos esos sectores para poder subirlos y ponerlos en línea para que esos materiales estén disponibles para investigadores, pero también para el público en general.

¿Cómo fue el proceso de recolección de materiales?

Nos comunicamos con investigadores, principalmente, pero hubo también veteranos que se ofrecieron a colaborar en ceder su material, su atadura en el sentido de identidad, porque la guerra es lo que a los veteranos les da identidad. O familiares de los que ya no están entre nosotros. La pandemia facilitó una promoción de la virtualidad, y a partir de esto muchos y muchas de las personas que nos cedieron material tuvieron la gentileza de digitalizarlo y facilitar el trabajo. Esa fue la parte de búsqueda: cartas privadas, comerciales, objetos. Elementos que motorizan las memorias, las remembranzas del veterano. También tenemos fotografías de las veteranas del Malvinas. Hoy se está empezando a revertir la idea de que en la guerra solo participaron hombres. Ese relato está siendo puesto en tensión. Hubo enfermeras de la Fuerza Aérea, del Hospital Central Militar, que participaron de la guerra de Malvinas. En altamar, por ejemplo, en los buques hospitales. Eso nos está haciendo repensar acerca de quiénes fueron los que protagonizaron la guerra.

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