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La pandemia ratificó (por si quedaban dudas) el protagonismo de las universidades tanto en la transferencia como en la producción de conocimiento. Por un lado, es central el rol que han adoptado en este contexto con la participación e intervención de los voluntariados para la asistencia y prevención del coronavirus en los barrios, también con los proyectos de vacunas contra el COVID-19, y la producción de respiradores artificiales de bajo costo, protectores faciales con impresión 3D y alcohol en gel. Por otro lado, en todos los programas del gobierno actual de educación, de salud, de producción, las universidades también cobran un papel protagónico.

Las políticas públicas en Educación Superior también se han visto fortalecidas con el Programa Nacional de Infraestructura Universitaria, anunciado por el gobierno nacional durante el mes de julio, que contempla una inversión de más de $9.600 millones para obras nuevas, de refacción y ampliación en 47 universidades de todo el país.

El rector de la UNAJ, Villanueva remarca que “esto es un esfuerzo muy grande por parte del gobierno nacional en un contexto de recesión económica muy importante y refleja la importancia de unas políticas públicas que apuestan por la educación, al desarrollo del conocimiento”.

Por su parte, desde la UNQ, Villar considera que “el programa es un gran alivio cuyo resultado vamos a ver dentro de un año o dos”. Andrade lo reconoce como “fundamental para retomar una planificación en infraestructura de las universidades teniendo objetivos más ambiciosos que la pura docencia en las carreras, no sólo transferir conocimiento sino también producir conocimiento, enfocado en las necesidades de un territorio, como es el caso de Moreno”.

Las universidades llamadas “del conurbano”, se caracterizan por funcionar en edificios recuperados y refaccionados. En este sentido, la universidad de Avellaneda funciona en el viejo mercado de la ciudad. Por eso, Calzoni distingue que “todas nuestras universidades son viejos edificios reciclados y eso requiere una inversión profunda para recuperar su estructura y este plan permite pensar de manera estratégica porque en el último tiempo, nos hemos caído en cuanto a mantenimiento, y esto nos permite proyectar un nuevo crecimiento”. Finalmente, Wallach relaciona este programa con aspectos político y económico: “desde el punto de vista político, es un paso gigante en el sentido de la valoración de lo público y en el marco de una restricción económica y financiera que estamos atravesando, que el Estado decida invertir en infraestructura universitaria, es histórico”.

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